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Desde donde partimos
08 | 07 | 2013
¿De dónde surge esta propuesta de trabajo compartido? No se trata de una idea peregrina que se nos acaba de ocurrir, sino que forma parte de nuestra identidad de base. Ya en 1977, el fundador del Movimiento Cuarto Mundo, Joseph Wresinski, se dirigía así a los participantes en una reunión en la Mutualidad en París:
"El Movimiento Internacional ATD Cuarto Mundo se fundó sobre un triple rechazo, el mismo que lleva en sí mismo el subproletario, en rebelión silenciosa:
-
El rechazo a la fatalidad de la miseria.
-
El rechazo a la culpabilidad que pesa sobre los que la sufren.
-
El rechazo del despilfarro espiritual y humano que constituye el hecho de que una sociedad
pueda privarse tan ligeramente de la experiencia de los que viven en la miseria.
Una sociedad que tolera la miseria no tiene disculpa, pues la miseria no es una fatalidad. No es una maldición de la humanidad contra la cual los seres humanos no puedan hacer nada. La miseria es obra del ser humano y solo los seres humanos pueden destruirla. La miseria no es la supervivencia de una antigua sociedad menos desarrollada que desaparecerá por sí misma con el desarrollo económico. Persiste a través de todos los regímenes y todos los progresos si su erradicación no es prioritaria en los proyectos de la comunidad nacional. Tampoco es el precio de un cambio que abandonaría cada vez más tras él a los desdichados. Los excluidos de hoy ya estaban ayer excluidos. El cambio en sí mismo no esta en juego.
El Movimiento Cuarto Mundo rechaza toda excusa a la persistencia de la miseria. Solo existe porque la admitimos. El Movimiento Cuarto Mundo reclama la voluntad política de destruirla.
El Movimiento no admite que se pueda acusar a las familias mas desdichadas de complacerse
en la extrema pobreza, de quedarse en ella por falta de voluntad o por descuido.
¿Quién puede complacerse en la indigencia y en la dependencia?
¿Quién puede aceptar de buena gana los trabajos mas ingratos?
¿Quién puede soportar ser despreciado como trabajador, no poder participar en las luchas políticas de su elección, ser considerado como incapaz y vago?
¿Quién puede complacerse en ser despreciado, en no tener ningún recurso, en no ser escuchado, en vivir excluido de sus conciudadanos?
Si uno se queda en esta miseria es porque no tiene recursos para conseguir salir de la situación. Es porque no recibió la instrucción que le hubiera permitido aprender un oficio, fraguarse amistades o solidaridades, expresarse, entender el funcionamiento del mundo que le rodea y que es suyo.
¿Cómo aceptar de buena gana ser privado del arte, de la música, de la poesía; no tener dominio
sobre su propia vida, ni sobre la de los suyos; no poder ver crecer a sus hijos, verlos bloqueados
por el fracaso escolar?
¿A quién puede gustarle estar excluido porque se le tiene miedo o no se confía en él?
Esta actitud, con respecto al subproletariado, constituye un despilfarro espiritual y humano
intolerable, y eso es lo que el Movimiento no puede admitir.
Porque, ¿quién mejor que este pueblo puede saber, por haberlo vivido, lo que oprime a las personas, lo que las destruye? Si escucháramos a las familias de los barrios subproletarios, serían "reveladoras" de todo lo que en nuestra sociedad destruye y aplasta al ser humano. Podrían ser garantes de que todo cambio, todo progreso, toda orientación política nueva sirvan a todos. Su experiencia podría enseñarnos lo que es realmente la justicia, la libertad.
Podrían enseñarnos las exigencias que impone una verdadera democracia, donde se escucha a
cada ciudadano porque es un ser humano."
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